Llevo dos días trabajando sobre las posteriores noticias sobre el accidente de Simoncelli. Y cada vez que veo las imágenes de su fatal desenlace se me encoge literalmente el estómago hasta explotar en el alma. Hace años tuve moto, ahora por fin, después de dudas aclaradas, vuelvo a tener "montura". Amo y disfruto de la moto con el mayor de los cuidados pero es tan díficil controlarlo todo. En competición los pilotos van al límite, esto es así, sólo así como en la vida se consiguen las metas. No hablaré de que fue un piloto polémico que lo fue, pero carreras son carreras. Lo que más me da que pensar en este trágico caso, es una vez más el por qué. Por qué con sólo 24 años y una vida por delante... por qué no dejó que se fuera la moto y hubiera sido una simple caida, arrastrón y punto... son los arrastrones de la vida a cada momento. Pero ésto supuso que dos amigos se lo llevaran sin remedio por delante. Momentos de tensión y dramatismo.
El abismo de la vida en milésimas. Y sólo quien ha percibido esas sensaciones sobre una moto, sabe de esa tensión latente. Hoy no es el día de reivindicar que nuestras carreteras españolas están llenas de trampas para ciclistas y motociclistas ("moteros") palabra amiga. Es el día de recordar que tras ese espectáculo bello e intenso hay mucho riesgo, con medidas de seguridad, pero con un destino oculto para cada piloto. Vss para todos... Simoncelli hizo lo que quiso y lo que más amaba... Tras cada curva viene otra, salud...
