Sus ojos se encendían. Se llenaban de esperanza. Moises, o "Kiki" como le llaman en su casa, salía de su prisión de hierros y escombro, después de 8 días sepultado en vida. Y la vida se le ha devuelto, con la ayuda de los bomberos de Nueva York, y las gotas de esperanza suficiente para permanecer subsistiendo entre tinieblas, 8 largos días... Pero salió radiante, como si ese mismo día hubiera vuelto a nacer. Y casi se podría decir, que así fue, seguro. Se ha reunido con su hermana y su padre. Le acompañará para siempre el dolor de no volver a tocar a sus otros 2 hermanos, que se quedaron en tierra de nadie, en la tierra del dolor. Donde sólo hay miedo y pobreza.
Pero sí, él tuvo suerte, la suya y la de sus hermanos. Sus ojos miran a un mundo que le debe dar esperanzas para creer en él. Se merece en su nueva oportunidad una vida con libertad para luchar por lo que quiera. Son los pequeños milagros entre las tinieblas de la devastación del fatal terremoto de Haití. Es la esperanza del que luchará por su futuro y el de los suyos.
FOTO. The Daily Telegraph
Dolor y alivio. Muerte y esperanza. Tragedia y milagro. Todo y nada. Así es la vida... y lo bueno es que siempre quedan historias con resquicios de felicidad en medio de un océano de amargura.
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